Me habían castigado en clase por mal comportamiento y me mandaron al aula de castigo pero mi estancia allí iba a ser de todo menos aburrida y mucho menos un castigo. Al llegar me encontré con mi compañera de clase, una preciosa y jovencita morena, a la que también habían mandado allí por no hacer sus tareas, estaba insinuándose al profesor. Ante lo que me estaba encontrando, no pude hacer más que sumarme a la fiesta del sexo dado que mi pantalón no podía resistir tal presión. Quedé sorprendido al ver que ninguno de los dos se oponía y allí, entre el profesor y yo, nos follamos como locos a esa cerda que a buen seguro subiría unas décimas su nota.
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